Pingüinos 2019. Frio con frio…

Relato de un tiempo

Pingüinos, “Ave palmípeda de plumaje muy tupido, negro en la espalda y en las alas, y blanco en el pecho, con las patas cortas y el pico negro; no puede volar, camina erguida y de forma torpe, y está adaptada a la vida acuática, con las alas modificadas y convertidas en aletas sin plumas; habita en grandes colonias en las costas del Antártico”.

Ahora es el momento en el que te preguntas, ¿y que tiene que ver esto con la concentración motera invernal mas importante del mundo? Posiblemente poco… Pero el ave y la concentración comparte una cosa que los hace únicos: PINGÜINOS

Como cada vez que me dispongo a navegar en mi Goldwing por los asfaltos de España, la noche de antes me cuesta dormir. Al igual que cuando uno hace su primer viaje, los nervios, la ansiedad y las ganas de ver a los amigos de nuestra asociación, son motivos que me alteran, y no me dejan dormir….será que somos tan jóvenes como esas primeras veces.

La ola de frio no había hecho nada más que estrenarse en la península cuando por la mañana temprano y embutidos en los trajes, empezamos hacer los primeros kilómetros. Mi padre y yo, sabíamos que no iba a ser un día fácil, pero ahí que fuimos, viento en cola, y rumbo al norte, siempre al norte. Con forme subíamos y nos dependíamos de nuestras atesoradas tierras del sur, el frio arreciaba aún más. Y los dedos de los pies parecían agonizar con palabras propias y quejidos robados de un desesperado. Claro, y es que en nuestras Goldwing se ve el mundo diferente y son tan buenas que disfrutamos muchísimo, pero parece que calefacción en los pies, pues no tenemos. Pero prestos y orgullosos continuamos navegando hacia el destino. Hacia el Norte capitán, hacia el Norte…

Como siempre, la elección del hotel, un acierto como no podía ser menos, bajo mi punto de vista. Dejamos los petates, ducha muy muy muy muy x 10 veces más, caliente. Creo que recuperé mi temperatura en la “muy”numero 10. Bajamos al vestíbulo y nos volvimos a tapar hasta la cabeza para salir a la calle. Ya no era lo mismo….Nos juntamos para ir a la carpa un equipo pequeño pero bien avenidos, Señor Francisco y Señora, Señor Tito y Señora, el Señor Rafael, mi  Papi y servidor. Desde luego se notaba en la calle, que era un fin de semana especial. La gente, el ambiente en general, el propio frio, el continuo resonar de motos por la ciudad, la iluminación de la ciudad…era un compendio de sensaciones que te hacia entender que era un momento especial.

Llegamos a la explanada donde se asienta el recinto de carpas a eso 21.30 horas, el frio seguía siendo descomunal. El ambiente ya desde lejos se percibía: Las hogueras ya se dejaban ver conforme caminábamos hacia la entrada. Las motos seguían en un devenir continuo. Algunos aprovechaban cualquier momento para acelera y hacer tronar las motos de carretera, con mucho corte y encendido para hacer y hacer más y más ruido. De mientras seguíamos adentrándonos en el recinto. Más y más hogueras manchaban la noche con luz y algo de calor, que seguro que era suficiente para los moteros de todas partes que las rodeaban. Pero el frio seguía ahí. Procedimos a la operación táctica de: incursión y socialización. Eso a los amigos de Goldwing se nos da muy bien. Dimos un paseo por las instalaciones, Rafa se tomo un chocolate con churros que pedía guerra sin cuartel. Vimos tiendas y puestos de ropa y otros enseres, todo esto nos distraía lo suficiente como para no pensar demasiado en el frio.

Unas fotos, unas risas, y nos metimos entre pecho y espalda un buen bocata de panceta. Entre bocado y bocado tuvimos que esquivar a alguno que no se mantenía bien sobre la horizontal, pero tiramos de habilidad y todo resuelto…

La noche seguía cayendo, y estábamos rodeados de un montón de gente de todas partes. En la carpa central, tremenda de grande, había grupos de música actuando e intentando calentar el ambiente con buenas canciones. A lo mejor nos falto algún vaso de vino para encontrar la comunión con los cantantes. Pero lo cierto es que todo era muy chulo y especial. Pingüinos, no es solo un ave.

Lo evidente se hacia presente, y es que el frio y el cansancio hacían acto de presencia. Así que decidimos dejar el lugar y cogimos camino del hotel. Al llegar, y por alguna razón que solo se explica si vas con la compañía perfecta, nos fimos a tomar un “algo”. Así que ahí estamos, después de un día super largo, en un bar sentados, sin sufrir ni chispa de frio tomando unas copas, y una de ellas con una rodaja de pepino. Este dato lo entenderás el año que viene….si vas a Pinguinos….

Sábado, un día especial se habría paso. Nos encontramos en la entrada del hotel, bien abrigados y ahora hago mías unas frases de la canción de Héroes del Silencio  en su canción “Maldito Duende” : “He oído que la noche es toda magia, Y que el duende te invita a soñar, Y sé que últimamente apenas he parado, Y tengo la impresión de divagar. Amanece tan pronto y yo estoy tan solo Y no me arrepiento de lo de ayer Si las estrellas te iluminan, Oh y te sirven de guía, Te sientes tan fuerte que piensas, Que nadie te puede tocar…”

Pingüinos es toda magia, Valladolid te invita a soñar. Te da la impresión de divagar… Y así te puedes imaginar como es esta concentración. Mientras escuchaba esta canción llegábamos a la explanada. El paseo de banderas comienza en donde se ubica la acampada. A la hora prevista, y después de perdernos entre algunos miles de motos, hablamos de lo humano y lo divino mientras esperábamos hasta las 12.00, que partía la expedición. Era la navegación esperada y la más grande de las expediciones.

Miles de motos, en fila íbamos camino del centro de la ciudad, el frio ya no existía. El ruido, el calor de los motores y la compañía de tanta moto al alrededor creaban un entorno digno de cualquier cuadro imaginable por gente como nosotros. Con forme nos acercábamos a la ciudad, el calor de la gente de Valladolid se notaba. En las hileras de gente se podía apreciar a algunas que nos saludaban, otros nos sacaban las manos para que las chocáramos con las nuestras. Se podían ver a personas con carteles que decía: “Bienvenidos a Pinguinos” . Esto particularmente me emocionó porque te llegaba la calidez de la gente. Los minutos pasaban y llegábamos al paseo de Colón, allí íbamos los Caballeros de Goldwing, flamantes con nuestras naves, enfilamos el paseo escoltados a lado y lado por miles de personas. Todo el mundo nos jaleaba, el ambiente era fantástico y motivador. El frio no existía, estábamos tan bien arropados que me parecía estar cerca de nuestras costas del sur. No era posible ver las fachadas por el gentío de personas que se emocionaban de alguna manera por ver a los moteros que invadimos esta bonita ciudad. Cuando conseguimos aparcar ya era momento de irse. Nos fuimos a comer a Casa Pedro, en una pequeña pedanía cercana a Valladolid. Un buen almuerzo y nos pusimos a trabajar un rato.

Regresamos al hotel, el frio otra vez se empeño en estropearnos la noche. Pero nadie aviso a este incomodo compañero de viaje, que nosotros, los moteros de Goldwing somos gente dura. Así que le hicimos el caso justo, aunque el seguía apretando.

A la hora acordada nos vimos en el vestíbulo nuevamente. En esta ocasión había aumentado el grupo, no éramos muchos más , pero la incorporación de los compañeros fue tan bienvenida como divertida. Roman y señora, Nacho y señora. Nos dimos un paseo por la ciudad, un paseo corto pero precioso. La ciudad estaba en la calle. Aun había señas de las navidades por doquier. Gente andorreando por aquí y por allá. Las motos seguían yendo y viniendo. Y el espectáculo continuaba por los rincones. Una vez más y como no podía ser de otra manera, tuvimos una gran noche. Otra bebida con pepino cayó. Diversas conversaciones de esto y de aquello. Algunos chistes, anécdotas y nuevas conversaciones. Nos metimos con la moto de mi padre, nadie es perfecto. La noche seguía y seguía adelante. El frio hacia intentos de entrar en nuestro bar, pero simplemente no podía entrar. Y así transcurrieron unas cuantas horas de una última noche especial. Rodeados de buenos amigos, una buena reunión y continuamos charlando, riendo y hablando y hablando de esto y de aquello. Los temas de conversación eran diversos y entre tantos temas hablamos del club, de la calidad de la gente, de nuestras motos y de la Ruta 66, aunque claro, esa es otro historia…

Tito Céspedes.

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